Festividades

Exaltación de la Santa Cruz

El 13 de septiembre del año 335 se dedicó en Jerusalén la iglesia de la Resurrección y del Martyrium. Al día siguiente, en una solemne ceremonia, se expuso la cruz que la emperatriz Helena había encontrado el 14 de septiembre de 320. En el año 614, Cosroe II, rey de los persas, declara la guerra al imperio bizantino. Tras ocupar Jerusalén, se llevó, entre sus tesoros, la Cruz de Jesús. El emperador Heraclio propuso la paz a Cosroe, pero éste rechazó la oferta. Ante la negativa, Heraclio le hizo la guerra, y en el año 627 venció la batalla de Nínive. Tras la caída de Cosroe, Heraclio exigió a su sucesor la devolución de la Cruz, que regresó así a Jerusalén. En este día no se exalta la crueldad de la Cruz, sino el Amor que Dios manifestó a los hombres al aceptar morir en la Cruz: «Aunque era Dios, Cristo se humilló haciéndose siervo. Esta es la gloria de la Cruz de Jesús» (Papa Francisco). “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”, escribió Benedicto XVI en su Encíclica Deus Caritas est. El Evangelio que la liturgia nos ofrece en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz muestra que Dios quiere construir una relación de amor con cada persona: se ofrece en su Hijo Jesús, elevado en la Cruz. Fuente: www.vaticannews.va/es/fiestas-liturgicas/exaltacion-de-la-santa-cruz.html

El Trisagio Angélico

PREPARANDO LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD. El domingo después de Pentecostés, la Iglesia celebra la Solemnidad de la Santísima Trinidad, establecida para todo Occidente en 1134 por el Papa Juan XII. El Trisagio Angélico se reza durante tres días, empezando el viernes antes de esta fiesta. Es una oración de adoración y alabanza a la Trinidad Beatísima. A continuación copio lo siguiente: Hoy Solemnidad de la Santísima Trinidad, he vuelto a rezar en latín, en compañía de siete u ocho personas, el Trisagio Angélico, una antigua plegaria de alabanza y adoración a Dios uno y trino:V. Tibi laus, Tibi gloria, Tibi gratiarum actio in saécula sempiterna, O Beata Trinitas.R. Sanctus, Sanctus, Sanctus Dominus Deus exercituum. Pleni sunt caeli et terra gloria tua.Los versos se repiten nueve veces precedidos de un Paternóster y de una antífona. Se termina con el Gloria y se repite el canto dos veces más.Todos los años, mientras vivo esta vieja costumbre litúrgica, me veo a mí mismo como un niño chico que canta a grito pelado una canción con palabras aprendidas de sus padres, pero cuyo significado sólo entenderá cuando sea mayor. [Para continuar leyendo]

Domingo de la Divina Misericordia

EL DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA se celebra cada segundo domingo de Pascua. En 1930, la joven monja polaca, Santa Faustina Kowalska, tuvo una serie de revelaciones dónde Jesús pedía un día dedicado a su misericordia. Juan Pablo II, quien tenía una gran devoción a la Divina Misericordia, canonizó a Santa Faustina el 30 de abril del 2000. Ese mismo día, el papa polaco decidió que esta celebración tendría lugar el segundo domingo de Pascua. Este es un día de fiesta para los católicos, quienes pueden recibir la indulgencia plenaria tras confesarse y comulgar. En Roma, el papa Francisco suele celebrar esta festividad en la Iglesia del Espíritu Santo en Sassia. En 2016, viajó a Polonia para celebrarla en el Santuario de la Divina Misericordia. FRANCISCONunca nos alejemos de Jesús aunque pensemos que por nuestros pecados o nuestras faltas somos lo peor. Así nos prefiere él, así su misericordia se derrama. En esta festividad, muchas iglesias alrededor del mundo exponen la imagen de la Divina Misericordia durante esa jornada. Fuente: Rome Report

Hemos visto su estrella

Y VENIMOS A ADORARLE «Después de nacer Jesús en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes, unos Magos llegaron de Oriente a Jerusalén preguntando: —¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo» (Mt 2,1-2). Los magos se unen a ese venite, adoremus. Han dejado las seguridades de lo conocido para ponerse en búsqueda de la fuente a la que remite su sed de adoración. Adivinaban en sus vidas un centro de gravedad que orientaba sus decisiones, pero no habían conseguido delinearlo con claridad. Ahora, llegando a Belén, sienten en su corazón un latido distinto, que les anuncia que están ya cerca de descubrirlo. Algunos santos han reconocido en esta búsqueda de los magos la experiencia de la vocación cristiana: el reconocimiento de un anhelo que solo puede ser llenado por Dios, el descubrimiento de lo que verdaderamente merece ser adorado. Como ellos, «también nosotros advertimos que, poco a poco, en el alma se encendía un nuevo resplandor: el deseo de ser plenamente cristianos; si me permitís la expresión, la ansiedad de tomarnos a Dios en serio». Benedicto XVI los llamaba «hombres de corazón inquieto». Esa es la característica constante del alma que, en medio de la fragilidad del mundo, busca a Cristo. En sus corazones, como en los nuestros, seguramente vibraba una añoranza similar a la del salmista: «Oh Dios, Tú eres mi Dios, al alba te busco, mi alma tiene sed de Ti, por Ti mi carne desfallece, en tierra desierta y seca, sin agua» (Sal 62,2). Es la situación del peregrino, muy distinta de la del vagabundo, que no sabe qué quiere ni adónde va. El peregrino es un caminante siempre en búsqueda, siempre con la nostalgia de amar más a Dios, desde la mañana hasta la noche. «En el lecho me acuerdo de ti, en las vigilias de la noche medito en ti» (Sal 62,7). Este deseo del verdadero Dios está inscrito en todos los hombres y mujeres de la tierra, cristianos y no cristianos, y es lo que mantiene a unos y a otros en camino. Por eso, cuando en la plegaria eucarística cuarta, el sacerdote pide a Dios Padre que se acuerde de aquellos por quienes se ofrece el sacrificio de Cristo, allí se encuentran «todos aquellos que te buscan con corazón sincero». Los reyes magos, explica Benedicto XVI, «tal vez eran hombres doctos que tenían un gran conocimiento de los astros y probablemente disponían también de una formación filosófica. Pero no solo querían saber muchas cosas. Querían saber sobre todo lo que es esencial. Querían saber cómo se puede llegar a ser persona humana. Y por esto querían saber si Dios existía, dónde está y cómo es; si él se preocupa de nosotros y cómo podemos encontrarlo. No querían solamente saber: querían reconocer la verdad sobre nosotros, sobre Dios y el mundo. Su peregrinación exterior era expresión de su estar interiormente en camino, de la peregrinación interior de sus corazones. Eran hombres que buscaban a Dios y, en definitiva, estaban en camino hacia él. Eran buscadores de Dios». Seguir la estrella de Belén es en realidad una tarea que dura toda la vida. La tarea de buscar el pesebre escondido en nuestra vida ordinaria puede resultar a veces fatigosa, porque supone no detenerse en estancias que parecen más cómodas, en las que sin embargo no está Jesús. Así que la meta vale todos los esfuerzos: «Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Y entrando en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose le adoraron; luego, abrieron sus cofres y le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra» (Mt 2,10-11). Ese día, la vida de estos hombres sabios cambió para siempre. Porque, a fin de cuentas, «todo depende de que en nuestra vida haya o no adoración. Siempre que adoramos, ocurre algo en nosotros y en torno a nosotros. Las cosas se enderezan de nuevo. Entramos en la verdad. La mirada se torna aguda. Muchas cosas que nos abrumaban, desaparecen».

Cristo Rey

Historia de la solemnidad de Cristo Rey En el año 325, se celebró el primer concilio ecuménico en la ciudad de Nicea, en Asia Menor. En esta ocasión, se definió la divinidad de Cristo contra las herejías de Arrio: «Cristo es Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero».  1600 años después, en 1925, Pío XI proclamó que el mejor modo de que la sociedad civil obtenga “justa libertad, tranquilidad y disciplina, paz y concordia” es que los hombres reconozcan, pública y privadamente, la realeza de Cristo: “Porque para instruir al pueblo en las cosas de la fe -escribió-mucha más eficacia tienen las fiestas anuales de los sagrados misterios que cualesquiera enseñanzas, por autorizadas que sean, del eclesiástico magisterio (…) e instruyen a todos los fieles (…) cada año y perpetuamente; (…) penetran no solo en la mente, sino también en el corazón, en el hombre entero”. (Encíclica Quas primas, 11 de diciembre de 1925).  La fecha original de la fiesta era el último domingo de octubre, esto es, el domingo que inmediatamente antecede a la festividad de Todos los Santos; pero con la reforma de 1969, se trasladó al último domingo del Año Litúrgico, para subrayar que Jesucristo, el Rey, es la meta de nuestra peregrinación terrenal.  Los textos bíblicos cambian en los tres ciclos litúrgicos, lo que nos permite captar plenamente la figura de Jesús.

Pascua de Resurrección.

APUNTES DE LA HOMILIA DE LA VIGILIA PASCUAL CEFLEBRADA POR EL PAPA. EL Santo Padre, invitó a los fieles a recordar “aquella Palabra de Dios que te habló en un momento preciso; de aquella fuerte experiencia en el Espíritu, de la mayor alegría del perdón sentida tras aquella Confesión, de aquel momento intenso e inolvidable de oración, de aquella luz que se encendió dentro y transformó tu vida, de aquel encuentro, de aquella peregrinación”. “Cada uno de nosotros conoce su propio lugar de resurrección interior, el inicial, el fundante, el que cambió las cosas. No podemos dejarlo en el pasado, el Resucitado nos invita a ir allí para hacer Pascua. Recuerda tu Galilea, revívela hoy. Vuelve a aquel primer encuentro”, señaló. El Papa Francisco animó a preguntarnos cómo y cuándo fue este momento y a revivir las sensaciones de ese primer encuentro con el Señor.   “El Señor, experto en derribar las lápidas del pecado y del miedo, quiere iluminar tu memoria santa, tu recuerdo más hermoso, para hacer relevante tu primer encuentro con Él. Recuerda y camina: ¡vuelve a Él, encuentra en ti la gracia de la resurrección de Dios!”, pidió el Papa.  Por último, instó a revivir la belleza “de cuando, habiéndole descubierto vivo, le proclamamos Señor de nuestras vidas. Volvamos a Galilea, volvamos cada uno a nuestra Galilea, la del primer encuentro, y resucitemos”. Fuente: aciprensa.com

La Anunciación

Este sábado, día 25 de marzo, la Iglesia celebra la Solemnidad de la Anunciación y la Encarnación del Hijo de Dios.Recogemos aquí un fragmento de El Arpa de María, escrito en Etiopía, en el siglo XV, por Jorge Armenio a petición del rey Zara Jacob. «Bienaventurado aquel que al alba se levanta hacia tiy llama a la puerta de tu palacio. Bienaventurado aquel sobre quien permanece el poder de tu amory dice siempre alabanzas de tu gloria. Bienaventurado quien no aleja nunca de su bocala mención de tu nombre ni distrae la lenguade celebrar tu majestad». Tomado de «La Madre de Dios», de T. Spidlik.

Origen de la Fiesta de Navidad

Para comprender mejor el significado de la Navidad del Señor quisiera hacer una breve referencia al origen histórico de esta solemnidad. De hecho, el Año litúrgico de la Iglesia no se desarrolló inicialmente partiendo del nacimiento de Cristo, sino de la fe en su resurrección. Por eso la fiesta más antigua de la cristiandad no es la Navidad, sino la Pascua; la resurrección de Cristo funda la fe cristiana, está en la base del anuncio del Evangelio y hace nacer a la Iglesia. Por lo tanto, ser cristianos significa vivir de modo pascual, implicándonos en el dinamismo originado por el Bautismo, que lleva a morir al pecado para vivir con Dios (cf. Rom 6,4). El primero que afirmó con claridad que Jesús nació el 25 de diciembre fue Hipólito de Roma, en su comentario al libro del profeta Daniel, escrito alrededor del año 204. Algún exegeta observa, además, que ese día se celebraba la fiesta de la Dedicación del Templo de Jerusalén, instituida por Judas Macabeo en el 164 antes de Cristo. La coincidencia de fechas significaría entonces que con Jesús, aparecido como luz de Dios en la noche, se realiza verdaderamente la consagración del templo, el Adviento de Dios a esta tierra. En la cristiandad la fiesta de Navidad asumió una forma definida en el siglo IV, cuando tomó el lugar de la fiesta romana del «Sol invictus», el sol invencible; así se puso de relieve que el nacimiento de Cristo es la victoria de la verdadera luz sobre las tinieblas del mal y del pecado. Con todo, el particular e intenso clima espiritual que rodea la Navidad se desarrolló en la Edad Media, gracias a san Francisco de Asís, que estaba profundamente enamorado del hombre Jesús, del Dios-con-nosotros. Su primer biógrafo, Tomás de Celano, en la Vita secunda narra que san Francisco «con preferencia a las demás solemnidades, celebraba con inefable alegría la del nacimiento del niño Jesús; la llamaba fiesta de las fiestas, en la que Dios, hecho niño pequeñuelo, se crió a los pechos de madre humana» (2 Cel 199). De esta particular devoción al misterio de la Encarnación se originó la famosa celebración de la Navidad en Greccio. Probablemente, para ella san Francisco se inspiró durante su peregrinación a Tierra Santa y en el pesebre de Santa María la Mayor en Roma. Lo que animaba al Poverello de Asís era el deseo de experimentar de forma concreta, viva y actual la humilde grandeza del acontecimiento del nacimiento del Niño Jesús y de comunicar su alegría a todos. Fuente: vatican.va

La historia del Belén

Ya está preparado el Belén de la Parroquia. La Navidad está muy próxima. A continuación se cuenta cómo nace esta costumbre tan entrañable. A partir del siglo VIII será cuando el nacimiento y la resurrección de Jesús se empezarán a representar en escenas costumbristas que tenían lugar en las plazas públicas de la ciudad. En 1233, san Francisco de Asís llegó, junto con su hermano León, a la población de Greccio, en la región italiana del Lazio. Para intentar evangelizar a la población de la región, mayoritariamente analfabeta, Francisco pidió una dispensa al papa Honorio III para crear el primer belén en una cueva muy cerca de la ermita de la localidad. Con la ayuda de Giovanni Velita, un señor feudal, que le proporcionó el pesebre, la paja y los animales, el futuro santo (aunque algunos historiadores afirman, sin embargo, que quien realmente ofició la misa aquella noche fue san Antonio de Padua) convocó a los habitantes del pueblo al toque de la campana de la iglesia. De la representación teatral y con personas reales se pasó muy pronto la realización de las figuras con diferentes materiales. En poco tiempo la tradición empezó a popularizarse, y en las ciudades italianas, durante los siglos XIV y XV, las iglesias se decoraban con belenes durante las celebraciones navideñas. Al parecer, la primera forma moderna de belén se debe a san Cayetano de Thiene, que en 1534 ideó un pesebre con figuras de madera pintadas que iban cubiertas con ropajes de la época y cuya cabeza estaba hecha de terracota, cartón piedra o madera. Fuente: Historia NG

12 de diciembre: la Virgen de Guadalupe

Un sábado de 1531 a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego, iba muy de madrugada del pueblo en que residía a la ciudad de México a clase de catecismo y a la Santa Misa. Al llegar junto al cerro llamado Tepeyac amanecía y escuchó que le llamaban de arriba del cerro diciendo: «Juanito, Juan Dieguito.» Él subió a la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo: «Juanito: el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos los demás amadores míos que me invoquen y en Mí confíen. Ve donde el Señor Obispo y manifiéstale que deseo un templo en este llano. Anda y pon en ello todo tu esfuerzo. Ten seguro que te agradeceré bien y te lo pagaré. Vas a merecer que yo te recompense el trabajo y fatiga con que procuras hacer lo que te encomiendo». Él se arrodilló y le dijo: «Señora mía, voy corriendo a cumplir lo que me has mandado. Yo soy tu humilde siervo.» Y se fue de prisa a la ciudad y camino al Palacio del Obispo, que era Fray Juan de Zumárraga, religioso franciscano. Cuando el Obispo oyó lo que le decía el indiecito Juan Diego, no le creyó. Solamente le dijo: «Otro día vendrás y te oiré despacio.» Juan Diego se volvió muy triste porque no había logrado que se realizara su mensaje. Se fue derecho a la cumbre del cerro y encontró allí a la Señora del Cielo que le estaba aguardando. Al verla se arrodilló delante de Ella y le dijo: «Señora, la más pequeña de mis hijas, niña mía, expuse tu mensaje al Obispo, pero no me creyó. Comprendí, por la respuesta que me dio, que pensó, quizás que es una invención mía que tú quieres que te hagan aquí un templo. Por lo cual te ruego que le encargues a alguno de los principales que le lleve tu mensaje para que le crean, porque yo soy un pobre hombrecillo, el último de todos. Perdóname que te cause esta gran pesadumbre, Señora y Dueña Mía.» Ella le respondió: «Oye, hijo mío, el más pequeñito, es preciso que tú mismo solicites y ayudes a que se cumpla mi voluntad. Mucho te ruego, hijo mío, y aún te mando, que otra vez vayas mañana a ver al Obispo. Dile que yo, en persona, la siempre Virgen María, Madre de Dios, te envía, para hacerle saber mi voluntad: que deben hacer aquí el templo que les pido.» Pero al día siguiente el obispo tampoco le creyó a Juan Diego y le dijo que era necesaria alguna señal maravillosa para creer que era cierto que lo enviaba la misma Señora del Cielo. Y lo despidió. El lunes, Juan Diego no volvió al sitio donde se le aparecía nuestra Señora porque su tío Bernardino se puso muy grave y le rogó que fuera a la capital y le llevara un sacerdote para confesarse. Él dio la vuelta por otro lado del Tepeyac para que no lo detuviera la Señora del Cielo, y así poder llegar más pronto a la capital. Mas Ella le salió al encuentro en el camino por donde iba y le dijo: «Ten entendido hijo mío, el más pequeño, que no es tan importante lo que te asusta y aflige. No se entristezca tu corazón ni te llenes de angustia. ¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre? ¿Acaso no soy tu ayuda y protección? No te aflijas por la enfermedad de tu tío, que en este momento ha quedado sano. Sube ahora a la cumbre del cerro y hallarás distintas flores. Córtalas y tráelas.» Juan Diego subió a la cumbre del cerro y se asombró muchísimo al ver tantas y exquisitas rosas de Castilla, siendo aquel un tiempo de mucho hielo en el que no aparece rosa alguna por allí, y menos en esos pedregales. Llenó su poncho o larga ruana blanca con todas aquellas bellísimas rosas y se presentó a la Señora del Cielo. Ella le dijo: «Hijo mío, esta es la prueba que llevarás de parte mía al Obispo. Te considero mi embajador, muy digno de confianza. Ahora te ordeno que sólo delante del Obispo despliegues tu manta y descubras lo que llevas. Contarás todo lo que viste y admiraste para que logres que el prelado construya el templo que he pedido.» Juan Diego se puso en camino, ya contento y seguro de salir bien. Al llegar a la presencia del Obispo le dijo: «Señor, hice lo que me mandaste hacer: Pedí a la Señora del Cielo una señal. Ella aceptó. Me despachó a la cumbre del cerro, y me mandó cortar allá unas rosas y me dijo que te las trajera. Así lo hago, para que en ellas veas la señal que pides, y cumplas su voluntad. Helas aquí.» Desenvolvió luego su blanca manta, y así que se esparcieron por el suelo todas las diferentes rosas de Castilla, se dibujó en ella y apareció de repente la preciosa imagen de la Virgen María, Madre de Dios, tal cual se venera hoy en el templo de Guadalupe en Tepeyac. Luego que la vieron, el Obispo y todos los que allí estaban, se arrodillaron llenos de admiración. El prelado desató del cuello de Juan Diego la manta en que se dibujó y apareció la Señora del Cielo y la llevó con gran devoción al altar de su capilla. Con lágrimas de tristeza oró y pidió perdón por no haber aceptado antes el mandato de la Virgen. La ciudad entera se conmovió, y venían a ver y admirar la devota imagen y a hacerle oración; y le pusieron por nombre la Virgen de

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